Reconversión

 

A medida que el mundo avanza en su compromiso con la carbono neutralidad, una de las preguntas más importantes —y a veces más olvidadas— es qué hacemos realmente con el dióxido de carbono (CO₂) que ya se encuentra en circulación. ¿Lo tratamos solo como un residuo que hay que secuestrar? ¿O es posible pensar en él como un recurso estratégico para crear nuevas industrias, productos y oportunidades?

Desde el proyecto RECONVERSION, liderado por los profesores Roberto Canales y Elodie Blanco en la Pontificia Universidad Católica de Chile, se impulsa una visión distinta: el CO₂ no es solo un problema para resolver, es una molécula que es crítica en muchos procesos biológicos: sin CO2 no hay vida. Su exceso en la atmósfera es una oportunidad para construir un futuro más sustentable, cuando las fuentes de carbono se hacen cada vez más escasas. Y para ello, se necesita un cambio de enfoque.

Un carbono, múltiples orígenes: ¿qué CO₂ estamos dispuestos a utilizar?

Hoy existen distintas fuentes de CO₂. Por un lado, el llamado CO₂ biogénico, que proviene de procesos naturales, como la fermentación del vino o la cerveza, biogás, etc., y que se considera más compatible con los estándares de sostenibilidad en cuanto a su uso. Por otro lado, está el CO₂ postcombustión, generado por industrias como las termoeléctricas, refinerías, las cementeras, etc.

Este segundo tipo, aunque es muy abundante y técnicamente se puede capturar con tecnologías comerciales existentes, suele ser descartado en muchos proyectos a nivel mundial por su origen fósil. “Existe una tendencia a privilegiar solo el CO₂ de ciertas fuentes, sin considerar su potencial para ser reutilizado en nuevos productos, y eso nos limita”, señala el profesor Roberto Canales. En general, las industrias que generan CO2 de postcombustión, están apuntando a un futuro en donde se reemplaza el proceso, se cambia el combustible que genera ese CO2, o deben capturarlo, de acuerdo con lo propuesto por legislaciones, para posteriormente secuestrarlo o almacenarlo.

La reflexión que proponen desde RECONVERSION es simple: Sabemos que no es posible realizar una transición energética sin pasar por procesos de captura, es una etapa que si bien es transitoria es crítica. “En los acuerdos de Paris, se hicieron dos compromisos: un lado mitigar las emisiones y por otro reducirlas a medida que se avanza tecnológicamente en el cambio de matriz energética. Entonces ¿por qué no aprovechar el CO₂ industrial que ya se está generando, en lugar de dejarlo escapar a la atmósfera?”, comenta la académica Elodie Blanco. En muchos casos, capturarlo y utilizarlo directamente de su fuente puede ser más eficiente que otras rutas tecnológicas más costosas o menos maduras. Por otro lado, el CO₂ por postcombustión es el que se produce mayormente en el mundo y el que efectivamente aporta al calentamiento global.

“No considerar el CO₂ de postcombustión en los procesos de captura y valorización, es de cierta forma no apalancar la solución del problema, ya que estimamos que será complicado modificar y/o reemplazar a toda la industria para que solo utilice fuentes limpias -como es el caso del CO₂ biogénico- en el corto plazo. Todas las fuentes renovables están en proceso de transición, y todavía dependen de las industrias convencionales para funcionar”.

Roberto Canales – Académico UC

De residuo a materia prima: el potencial de una nueva industria

Una de las rutas más prometedoras para valorizar el CO₂ es combinarlo con hidrógeno verde —área donde Chile tiene ventajas naturales y estratégicas— para producir metanol, combustibles sintéticos y compuestos químicos como dimetiléter o urea. Este enfoque permite no solo reducir emisiones, sino también desarrollar nuevas cadenas de valor productivas para el país.


“La producción de metanol con CO₂ capturado y energía renovable permite sustituir procesos basados en gas natural, que hoy dependen de la importación. Podemos transformar una emisión en una oportunidad, y avanzar hacia una industria química nacional con sello bajo en carbono”.

Roberto Canales – Académico UC


Este tipo de innovación no es una utopía. Ya existen ejemplos como HIF Global, que en la región de Magallanes produce e-combustibles combinando energía eólica y CO₂, aunque —como muchos otros actores— aún depende principalmente de CO₂ biogénico o de captura directa del aire (DAC). “Esa tecnología tiene potencial, pero hoy es costosa y poco escalable. Además, la producción de CO2 biogénicos aún no está a la altura de los requerimientos y existe el riesgo de volver a procesos poco sostenibles para obtenerlo. Mientras tanto, tenemos otras fuentes más accesibles que podemos empezar a aprovechar”, agrega la académica Elodie Blanco. Por otro lado, es fundamental evaluar los puntos clave donde sería importante instalar sistemas DAC, ya que hay lugares donde la contaminación es tan baja que una inversión de este tipo no se justifica, siendo más costoso su funcionamiento que los beneficios.


¿Nos alcanzará el CO₂ disponible?

El creciente interés en los e-combustibles y productos sintéticos abre otra interrogante relevante: ¿habrá suficiente CO₂ “verde” disponible para cubrir la futura demanda global de metanol, fertilizantes o plásticos sostenibles?

“Si toda la industria se enfoca solo en usar CO₂ biogénico, nos vamos a encontrar con una barrera de volumen. Simplemente no va a ser suficiente para escalar estas soluciones a nivel global”, señala Canales. “Por eso es clave ampliar la mirada, y considerar también al CO₂ de postcombustión como parte de la solución”. Más que una elección binaria entre “buenos” y “malos” CO₂, el llamado del proyecto RECONVERSION es a buscar soluciones balanceadas, realistas y efectivas, que ayuden a reducir emisiones en el corto plazo mientras se desarrollan tecnologías más limpias a largo plazo.


Economía circular del carbono: una oportunidad para Chile

Chile no solo tiene potencial en energías renovables. También cuenta con una industria diversa, que incluye cemento, minería, agroindustria, energía, entre otras, donde se podrían implementar soluciones de captura y valorización de CO₂ dentro de los mismos procesos productivos.

“La posibilidad de que una cementera o una termoeléctrica capture su propio CO₂ y lo utilice para generar nuevos productos es real. Eso es economía circular aplicada a las emisiones. Al hacerlo, no solo reducimos huella de carbono, sino que generamos innovación y valor local”.

Elodie Blanco – Académica UC

Sin embargo, todavía falta mayor conocimiento y conexión entre los distintos actores. “Cuando hablamos con empresas interesadas en producir, por ejemplo, urea con hidrógeno verde, muchas veces no tienen claro de dónde sacar el CO₂ necesario. Recién al final del proceso se dan cuenta de que lo necesitan”, comenta Canales. “Por eso es clave visibilizar el rol estratégico del CO₂ en toda esta cadena”.


Una invitación a repensar el CO₂


El mensaje de fondo es claro: no hay transición energética posible sin una estrategia clara para el CO₂. Y en ese sentido, el desafío no es solo técnico o económico, sino también cultural. Se requiere cambiar la narrativa, pasar de ver el carbono como un símbolo negativo a reconocerlo como una pieza clave en la construcción de soluciones climáticas reales.

“Chile tiene todo para liderar en este ámbito: recursos, talento, capacidad científica. Pero necesitamos ampliar la conversación, conectar a la industria con la ciencia, y abrirnos a nuevas formas de pensar el carbono”, concluye el académico Roberto Canales.

“El problema del CO₂ es consecuencia de nuestros comportamientos, y hacerlo parte de la solución está en nuestras manos”

Elodie Blanco – Académica UC

Autora: Valeria F. Moraga D.